13/10/13

LA EMIGRACIÓN ES LA TRAGEDIA..

Hay una imagen que se me quedó grabada en el aeropuerto de Guayaquil y resume la situación en Ecuador. Fue cuando volvíamos para Madrid al final de la primera parte del proyecto. Teníamos que pasar al lado de la oficina de emigración y allí estaba la gente que emigraba para España. No se me olvidará la figura de un campesino mayor, fornido, alto y surcado de arrugas, que sacó una de esas manos callosas y endurecidas por la recolecta de plátanos o el corte de la caña o cualquiera de las faenas agrícolas tan míseramente pagadas que les permiten sobrevivir. Sacó su mano del bolsillo con un pañuelo y enjugó con rapidez vergonzosa una humana lágrima que le salía de lo más adentro que le puede salir a un padre, ante un hijo que va a España y al que sabe que, posiblemente, no volverá a ver. Era de esos campesinos endurecidos en el cuerpo y en el espíritu por el duro trabajo y la sumisión permanente, del conformismo ante la imposibilidad de romper ese presente sin futuro y despedir al hijo que va a afrontar otra vida que él ya no puede hacer.
Ante un hecho que por más que comprendas, tu interior se niega a admitir, no pude por menos que apretar los dientes y prometerme a mí mismo que volveremos a Ecuador, seguiremos ayudando a esa gente a ayudarse. Ese hombre no sé si volverá a ver a su hijo, pero a ayudarle a él y a miles como a él, a mantener su salud para que pueda tener la oportunidad de hacerlo, me emplacé personalmente. Y no es ninguna decisión emotiva , es por que es justo. Es por lo que ha ido Farmaceuticos Sin Fronteras a Ecuador, a cuidar a esa gente que se queda y los “remedios” pueda adquirirlos a un precio que él pueda pagar, por muy bajo que sea su salario, para que sus nietos puedan ver a su padre, por lo menos, con la misma salud que los dejó.
No vamos a hacer un canto a la emigración. Se produce y sabemos lo que es, nosotros mejor que nadie, por nuestro país y por nuestra organización. Pero de alguna forma tienen que cambiar las estructuras para que esas situaciones respondan al modelo de “globalización” de que nos hablan y no a la eterna pobreza fruto de la injusticia y el abuso permanente.
¿Cómo pueden querer preservar sus privilegios las empresas multinacionales americanas del medicamento diez años más que en Europa mientras la gente paga hasta lo que no tiene por lo que necesita para recuperar su salud? Parece que el sacrosanto libre mercado no ha conseguido bajar esos precios y la competencia, como en tantas facetas, ha desembocado en un monopolio tan injusto como criminal, en esta materia.
No, no somos la inmensa mayoría de los ciudadanos del primer mundo, con nuestro nivel de vida, los que promovemos y mantenemos estas situaciones. Son los cinco accionistas mayoritarios e insaciables, de estas sociedades, cínicamente anónimas, los que por la vía de sus mantenidos en nómina, políticos y demás altos cargos e intermediarios incluidos, los que no les basta diez años de monopolio del precio y la patente, necesitan imponerles veinte, para garantizar las respectivas cuentas de resultados, dado que otros países no pasan por estos abusos.
Ecuador necesita apoyo, no un TLC controlador del mercado, hasta hacerlo tan asfixiante como inalcanzable, para beneficio de cuatro. Al menos en farmacia, no había ni contraprestaciones para apoyar una incipiente investigación ecuatoriana, era supeditar a ese pueblo a las decisiones de las multinacionales norteamericanas.
Hay tres multinacionales que nunca ven un descenso en sus cotizaciones. La de la Energía, la de la Fabricación de Armamento…y la de las Especialidades Farmacéuticas.
Parece que interesa que siga siendo así. Que se lo pregunten a los jubilados estadounidenses. A los ecuatorianos no hace falta, una gran mayoría sólo las ha visto en las estanterías de algunas farmacias.
Es la constatación de una realidad desde un punto de vista estrictamente sanitario. Nos cuesta creer que el acceso al medicamento sea tan fácil como justo en nuestros países y tan duramente difícil como tremendamente injusto en los países donde acudimos a echar una mano. No es la alimentación adecuada, ni el acceso a determinados bienes de consumo, ni la educación como vía del conocimiento, garantizada.
Es bastante peor. Es morirse por una patología que se podría superar con los medicamentos adecuados y que no están a su alcance. Es vivir con el organismo sano para poder ser, poder trabajar, poder soñar, poder sentir. Poder ser una mujer, un hombre. Y no son ellos. Somos todos.
Y en la medida que ellos no son, ni puedan serlo porque no pueden acceder a un medicamento, es lógico que yo sea un poco menos farmacéutico.